Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1055
Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 10 de marzo de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso sobre el modus vivendi con Inglaterra
Número y páginas del Diario de Sesiones: 107, 2802-2806
Tema: Modus vivendi con Inglaterra

Señores Diputados, voy a dejar de decir mucho de lo que pensaba exponer, por la hora y por la actitud en que he visto colocarse a los Diputados de una importantísima región española; que yo no deseo ser más industrial que los industriales, ni más catalán que los catalanes; pero en lo que he de decir, no he de tratar de conmover los ánimos ni de soliviantar las pasiones; que eso sería entregar los intereses generales del país a una desastrosa política; eso sería seguir funestos ejemplos, dedos en ocasiones análogas, que yo ni aun para condenarlos he de recordar en este momento.

Vengo única y exclusivamente a poner las cosas en su verdadero lugar, y reconociendo en cada cual la participación que haya tenido en el asunto objeto de este larguísimo debate, a atribuir a cada partido la gloria o la responsabilidad que le haya alcanzado; que no está bien que el partido liberal cargue con culpas ajenas que, aunque en este punto pudieran serle soportables a falta de culpas propias, no las quiere, porque es justo que cada palo aguante su vela.

He de lamentarme en primer lugar, de que, en este ya larguísimo debate no se haya hablado más que de Cataluña, como si en esta clase de cuestiones no [2802] entrasen en juego más intereses que los intereses de Cataluña, y como si Cataluña no tuviese otros intereses que los industriales.

Cataluña, y quizá esto extrañe a algunos, es antes que industrial, agrícola, más agrícola que industrial; es esencialmente agrícola.

No hay más sino que siendo Cataluña antes que industrial agrícola, esencialmente agrícola, como son la mayor parte de nuestras provincias, es, sin embargo, más industrial que la mayor parte de las otras provincias españolas, sus hermanas, sin que por esto deje de ser Cataluña esencialmente agrícola. De manera que, cuando se concede a la industria un privilegio, otorgado en daño de la agricultura, en daño de Cataluña se hace y en daño de las demás provincias. No hay, por consiguiente, que buscar, ni deben buscarse antagonismos entre Cataluña y los intereses del resto de España; no hay que tratar de luchas entre catalanes y no catalanes; todos tenemos los mismos intereses, a todos nos afectan lo mismo los beneficios que los perjuicios que se hagan a la industria, al comercio y a la agricultura.

Por eso sin duda, Sres. Diputados, considerando el asunto de este modo, no hay ya en Cataluña verdaderos proteccionistas, sobre todo proteccionistas a la antigua usanza, es decir, proteccionistas que consideraban la protección como medio de hacer toda competencia imposible, lo cual perjudicaba más que beneficiaba a la industria, porque sin competencia no hay estímulo, y sin estímulo no hay mejora ni adelantos. Semejante protección era, no favor para la industria, sino la muerte de la industria misma.

Los proteccionistas de ahora no son prohibicionistas; son proteccionistas que no quieren la protección para hacer imposible la competencia, sino que, por el contrario, defienden estas ideas en cuanto hacen posible la competencia, hasta tal punto que si la industria española se viera rodeada y auxiliada de las ventajas extranjeras que rodean y que auxilian a la industria extranjera, vendrían sin inconveniente alguno al libre cambio; porque la habilidad de los obreros españoles, porque la inteligencia de nuestros fabricantes, porque los elementos industriales que poseemos, no son ni menos naturales, ni menos poderosos en esta tierra que en cualquier otro de los países extranjeros.

Y bajo este punto de vista ha terminado en España en realidad aquella lucha eterna y constante entre librecambistas y proteccionistas, porque todos marchan hacia el libre cambio, pero marchan gradualmente, marchan con prudencia, marchan buscando aquellas compensaciones necesarias para la industria nacional, equivalentes a las ventajas ajenas al arancel de que disfrutan las industrias en otros países; ventajas que explicó en otro día muy bien el Sr. Durán y Bas, aunque antes las había expuesto un amigo mío, pero que yo recuerdo como de aquel, porque quiero mejor valerme de los argumentos de los adversarios para que tenga más fuerza lo que voy a decir. Ventajas que consisten, por ejemplo, en la adquisición de las primeras materias; ventajas en la baratura del capital; ventajas en la normalidad de la vida; ventajas, en fin, en el reposo público.

Pues bien, Sres. Diputados; esta política de paz y de concordia en las cuestiones económicas fue iniciada por el Gobierno que tuve la honra de presidir, con motivo del tratado de comercio con Francia, como lo demuestran la transacción a que entonces se llegó, la gran transacción en la base 5ª y la ley de primeras materias, timbre glorioso y título de orgullo de aquel Gobierno, reconocidos unánimemente por todos los fabricantes en el país entero.

Esta política de paz y de concordia, iniciada y seguida por el partido a que tengo la honra de pertenecer, ha sido quebrantada por el actual Ministerio, ha sido rota por el partido conservador, derogando la base 5º, que no era un perjuicio para la industria, no; al contrario, era un obstáculo que los liberales y los librecambistas en su patriotismo habían puesto a sus naturales y justas impaciencias. ¿Para qué y por qué ha derogado este Gobierno la base 5º? (Denegaciones en la mayoría). Pretendéis derogarla, señores; para eso está ahí un proyecto de ley. (Rumores en la mayoría). Habéis presentado un proyecto de ley en el cual se pretende esto, que es esencialísimo para este debate, y no lo habréis presentado nada más que por gusto de presentarlo; cuando lo habéis traído, habrá sido para algo; porque con cosas tan importantes y que afectan de tal modo a los intereses generales y que no se puede proceder de otra manera; de modo que debo afirmar rotundamente que pretendéis derogar la base 5ª. ¿Para qué y por qué? A los catalanes se les había dicho que lo hacíais como compensación de los perjuicios que el modus vivendi con Inglaterra iba a ocasionar a Cataluña y a los fabricantes de todas las demás provincias.

Primer engaño en que han caído los Diputados catalanes. (El Sr. Durán y Bas hace signos negativos). Me alegro que el Sr. Durán y Bas no haya sido víctima de ese engaño; pero han caído en él muchos de sus compañeros, que lo han hecho extensivo a Cataluña como medio de hacer pasar el modus vivendi, diciendo a esos paisanos que en cambio iban a obtener el grandísimo beneficio de destruir la base 5ª; ya veremos si es un perjuicio o un beneficio para la industria.

Después se ha sabido que el Gobierno no piensa derogar la base 5ª como compensación del perjuicio que va a sufrir con el modus vivendi la industria catalana, no; lo que se pretende es derogar la base 5ª para hacer inmediatamente un tratado de comercio con una Nación, que de otra manera y existiendo la base 5ª no se podía celebrar.

Y después de esto, y después de dar el modus vivendi a Inglaterra, es decir, el trato de Nación más favorecida, es decir, más de la segunda columna del arancel, que es lo que tiene Francia y lo que tienen otras Naciones; después de esto se quiere, destruyendo la base 5ª, estar en aptitud de hacer un nuevo tratado con Inglaterra, introduciendo más rebajas en esa columna del arancel, con lo cual no sólo se perjudican gravemente los intereses de Cataluña, según vosotros y según este Gobierno, y sobre todo según el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, por lo que a Inglaterra se refiere, sino que haciendo mayores rebajas a Inglaterra, ipso facto se hacen a Francia, porque en su tratado existe la cláusula de Nación más favorecida; de suerte que una vez hecho el tratado con Inglaterra, modificáis, variáis trascendentalmente, empeorando la suerte de la industria española, el tratado con Francia.

Y todo esto lo habéis hecho por vuestra propia voluntad, que no por obligación ninguna, puesto que [2803] por vuestra propia voluntad habéis dado a Inglaterra el trato de Nación más favorecida, en cambio de ciertas ventajas para nuestro vinos; ventajas pequeñas o ventajas grandes, lo que queráis, que yo eso en este momento no lo discuto, por más que a nosotros nos han de parecer siempre pequeñas al lado de lo que nosotros concedemos.

Después de esto, y como para hacer rebajas en la segunda columna era un obstáculo la base 5ª, la derogáis, porque con ella no podíais hacerlas hasta dentro de dos o tres años, y aun así en ciertos límites y con determinadas condiciones que la misma ley consigna.

Lejos, pues, de ser el tratado con Inglaterra consecuencia necesaria del tratado con Francia, como habéis dicho aquí y habéis hecho decir en otra parte, el tratado con Francia, en sus relaciones con la base 5ª, hacía imposible por el pronto el tratado que proyectáis con Inglaterra.

Aquí, en esta Cámara, no importa que padezcáis esos errores, porque esos errores aquí mismo se desvanecen; pero si los habéis cometido en otra parte, id inmediatamente a rectificarlos que no está bien que los Gobiernos falten al más sagrado de sus deberes, informando mal y con error a los altos Poderes del Estado.

Por vuestra propia voluntad, repito, que no por obligación, habéis dado a Inglaterra el trato de la Nación más favorecida; y por vuestra propia voluntad, contra el más vulgar de los deberes de prudencia, destruyendo la base 5ª, que era esperanza de los librecambistas, pero al mismo tiempo garantía de la industria, vais a hacer un tratado con Inglaterra que traerá nuevas rebajas en la segunda columna del arancel; y todo esto lo hace y lo intenta un Ministerio presidido por el Sr. Cánovas del Castillo, que nos dijo aquí el otro día que había hablado y votado contra el tratado de comercio con Francia porque lo creía perjudicial a los intereses generales del país, y aún añadió que seguía creyéndolo perjudicial. Es decir, que un Gobierno que cree que es perjudicial el tratado de comercio con Francia, lo extiende a Inglaterra, para aumentar esos perjuicios; y no sólo lo extiende a Inglaterra para aumentar esos perjuicios que ha de sufrir la industria de nuestro país, sino que además lo modifica empeorando las condiciones de esa industria y variando el tratado con Francia antes del tiempo en que podía hacerlo.

No se concibe que un Gobierno haga, como Gobierno, a sabiendas, daño a su país. ¿Se concibe que de esto se haga una cuestión de Gabinete y se obligue a votar a los representantes del país en un asunto que el propio Gobierno cree y dice que es perjudicial a los intereses del país? ¿Se concibe que un Gobierno pueda obligar a su país a labrar su propia desventura? El Gobierno conservador cree que el tratado con Francia es perjudicial a nuestra Nación, y sobre todo a los intereses vitales de Cataluña, y lo extiende a Inglaterra. ¿Por qué cuando el ministro inglés propuso tratar con el Gobierno español, éste no le dijo con todos los respetos y con todas las consideraciones que merecen a nuestro Gobierno las Naciones extranjeras: "señor embajador, no podemos dar a Inglaterra lo que concedemos a Francia, porque aún lo que dimos a Francia es altamente perjudicial para los intereses de nuestro país, y no se puede exigir a un Gobierno que haga lo que estima perjudicial a su Patria?" Pero en lugar de esto, venís a extender ese tratado que tan perjudicial creéis a los intereses españoles, a Inglaterra, y venís aún a rebajar las tarifas, ya beneficiadas también a favor de Francia; esto importa que el país lo sepa. ¿Qué consideración puede obligar a un Gobierno a hacer a sabiendas todo esto? ¿Es que el Ministerio, creyendo en efecto que ese tratado de comercio es perjudicial, tenía compromisos por sus antecedentes, por cosas que yo no sé, para hacer ese tratado? Pues el principio de dignidad más elemental obligaba al Gobierno a dejar ese banco para que lo ocupara otro, aunque no tuviera tampoco sus compromisos.

Y después de esto, el Gobierno no puede tolerar que Diputados representantes de regiones industriales se levanten aquí a defender con más o menos calor los intereses que ellos creen lastimados, empleando argumentos del mismo Presidente del Consejo de Ministros, que les dice: "Sí; se perjudican vuestros intereses, pero yo tengo compromisos de los cuales no puedo prescindir". ¿Qué compromisos son esos que le obligan a hablar de ese modo, mientras que no tolera que algunos Diputados se levanten a sostener con más o menos viveza los intereses de la industria amenazados, no sólo a su juicio, sino al del mismo Presidente del Consejo de Ministros? Y porque ciertos Sres. Diputados se levantan a contrariar un tanto al Gobierno defendiendo los intereses que están aquí directamente obligados a representar, se les maltrata, se le niega la amistad y se les dicen cosas que yo por decoro no me atrevo a repetir.

Señores, ¿qué intransigencia es esta? Ahora verán los Sres. Diputados la diferencia que hay entre un Gobierno conservador y un Gobierno liberal. Dos meses se invirtieron en el examen y discusión del tratado con Francia; algunos amigos de aquel Gobierno se creyeron en el deber de combatirlo, y lo combatieron, y no solamente no salió de los labios de ningún Ministro una palabra para nadie desagradable, sino que para suavizar las dificultades de su posición, para que ni por un solo momento se consideraran separados de su partido, para no obligarles a luchar entre sus convicciones en el punto que se debatía y las convicciones de partido, aquel Gobierno declaró libre la cuestión, aquel Gobierno dijo que podían hacer lo que tuvieran por conveniente, sin que eso significara separación alguna del partido. En cambio vosotros declaráis esto cuestión de Gabinete y excomulgáis a todo aquel que se atreva a no postrarse humilde ante la voluntad del Ministerio, siquiera para ello tenga que sacrificar sus convicciones, siquiera para ello tenga que hacer traición a sus ideas. Ésta es la diferencia que hay entre un Gobierno y otro Gobierno, y ésta es la diferencia que hay entre nuestros amigos, que pudieron continuar muy bien sin inconveniente alguno al lado de aquel Gabinete, y entre los individuos de esa mayoría, maltratados hasta tal punto, que yo creo que no pueden continuar bien al lado de ese Gobierno, si es que estiman en algo su dignidad, la dignidad de sus comitentes y la dignidad de su país.

Y yo digo esto imparcialmente. (Risas). Repito que digo esto con la mayor imparcialidad, y daré la razón, porque yo no digo nunca las cosas al aire. Digo y repito que hago esta afirmación con la mayor imparcialidad, porque esos señores declararon ayer que en ningún caso habían de venir con nosotros. Pues [2804] si no han de venir con nosotros, ¿a mí qué me importa? No me importa; y es más, si esos señores vinieran, nosotros los acogeríamos con agrado, porque nosotros acogemos siempre con gusto a todo el que quiera venir; pero por lo demás, bueno es que sepan que si no vienen no nos hacen falta. (Rumores en la mayoría). ¿Es que creéis que estamos tan necesitados, que sin ellos no podemos continuar? (No, no). Pues entonces, si viniesen, bien venidos sean; pero si no, ni los buscamos ni los solicitamos, ni nos hacen falta, repito, ni siquiera para defender los intereses de Cataluña, porque si hay necesidad de defenderlos, nosotros nos bastamos. (Muy bien).

Convenimos, pues, en que el Gobierno entiende que infiere un gravísimo perjuicio al país pidiendo la aprobación de este proyecto de ley, y mayor perjuicio aún proponiendo, como parece que está dispuesto a proponer luego, el segundo dictamen de esa Comisión, por más que sea la misma Comisión, y legalmente no puede emitirlo.

Y aquí viene perfectamente el argumento que aducía ayer con gran insistencia, y tenía mucha razón para hacerlo, el Sr. Montilla. ¿Qué vais a hacer de ese segundo dictamen? No responde a una mera curiosidad esta pregunta; es que se necesita averiguarlo, para saber lo que se va a votar con este proyecto de ley, porque se trata en él de dar a Inglaterra el trato de Nación más favorecida, la segunda columna del arancel, y siendo eso sólo, ya sabemos a lo que se comprometen los Diputados que lo voten, ya sabe la industria a qué atenerse. Pero si viene la segunda parte del dictamen, entonces no se sabe lo que ahora se vota, porque este primer proyecto no significa nada. La razón es muy clara, Sres. Diputados: autorización para ratificar el modus vivendi; este es el proyecto de ley que discutimos; pero luego, en la segunda parte del dictamen, viene la autorización para un convenio subsidiario que tendrá que rebajar las tarifas arancelarias que por el trato de Nación más favorecida se dan a Inglaterra.

Y como no sabemos cuándo va a venir eso, ni cómo va a venir, ni en qué forma va a venir, resulta que no sabemos lo que vamos a votar; únicamente sabremos lo que votamos, si una vez aprobado este proyecto de ley, esa Comisión desaparece. Pero si la Comisión da un nuevo dictamen, lo que ahora votamos es lo desconocido, y no se puede obligar a los Diputados a que lo voten. (Rumores). Claro es que a nosotros no podéis obligarnos; pero tenéis la pretensión de obligar a la mayoría. ¿Y qué es lo que va a votar la mayoría ahora, cuando si el segundo dictamen se ha de traer luego, y no se sabe en qué forma, es imposible que se conozca lo que se va a votar en este momento?

Y hasta tal punto es esto exacto, que en el primitivo proyecto lo esencial es lo que ahora queda por dictaminar, porque el modus vivendi es accidental, podía haberse suprimido del proyecto que estamos discutiendo, y sin embargo el Gobierno con el resto habría obtenido lo que ahora le vamos a conceder, y además otras autorizaciones.

¿A qué se reducía, si no, el primitivo proyecto? Pues se reducía a autorizar al Gobierno para dar a Inglaterra el modus vivendi y para hacer además un convenio subsidiario, y en último resultado, un tratado de comercio. Pues si autorizáis al Gobierno para hacer tratado de comercio, y el Gobierno lo concierta con Inglaterra, lo lleva a Londres ya convenido en el mes de abril, a virtud de lo que se dice en el mismo protocolo, y lo votan las Cámaras inglesas, ¿para qué hemos votado este proyecto de ley entonces? Para nada, puesto que lo que entonces regirá, y ahora se vota, sino lo que venga después a consecuencia del segundo dictamen. ¿Es esto serio? ¿Se puede consentir esto? Y digo que es necesario saber lo que os proponéis, porque ¿es que con esa segunda parte que queda por dictaminar bastaba para que se autorizase al Gobierno para tratar con la Nación inglesa? Claro que sí; y si en esta segunda parte que es todavía desconocida, que no sabemos si vendrá, y en qué forma y cuándo vendrá, se da esa autorización, el Gobierno podía concertar el modus vivendi, que es este proyecto, y de ahí para arriba todo lo que quisiera.

De manera que resulta que ahora no votáis nada, y esto no se puede tolerar. Es, pues, preciso para saber lo que votamos, que se nos diga si va a venir el segundo dictamen, y cómo, porque de otra manera votamos lo desconocido.

De manera, Sres. Diputados, que después de tanto tiempo, y cuando la industria tenía alguna tranquilidad o debía esperarla, nos encontramos con que hoy está la industria peor que estaba antes, porque no le ha quedado seguridad alguna. El Gobierno conservador, según su criterio, ha hecho más daño con sus dudas y con sus vacilaciones a la industria española, que todas las asociaciones para reformas arancelarias y que todos los librecambistas de la tierra juntos, no sólo porque ha olvidado sus ideas conservadoras en ese punto, sino porque ha querido impedir que las ideas liberales se desenvuelvan con aquella prudencia y con aquel respeto que merecen los intereses creados a la sombra de la ley. Afortunadamente, el patriotismo de los liberales compensará la imprudencia de los conservadores, y aunque éstos los han dejado en completa libertad en cuanto a los procedimientos, los liberales no lo aprovecharán, aunque les han dado funestos ejemplos que seguir, no lo seguirán. El partido liberal, como he dicho antes, tiene trazado su rumbo; por él marchará de una manera resuelta, y marchará en medio de las vacilaciones, dudas y contradicciones del partido conservador.

En efecto, Sres. Diputados, con motivo del tratado con Francia se suscitó la cuestión del libre cambio, y la política del partido liberal entonces se concretó de una manera clara y sin vacilaciones, en estos dos términos: primero, marchar de una manera gradual y constante, pero prudente, a las soluciones del libre cambio, que el estado de nuestro país y la conducta de las demás Naciones exigen; segundo, procurar que esta marcha constante, pero prudente, a la rebaja de los aranceles, vaya acompañada de aquellas compensaciones ofrecidas a las industrias más llamadas a sufrir una viva competencia.

De esta política prudente, segura, que da garantías a la industria, que ofrece esperanza al partido liberal para realizar sus ideales, son claros testimonios, como he dicho antes, las transacciones que hizo en la base 5ª y en la ley de primeras materias; y con esta política franca, clara, terminante y de prudencia, pero a la vez de progreso, se han obtenido ya excelentes resultados, como lo demuestra el aumento de la [2805] importación de primeras materias, el aumento de la exportación de productos elaborados, y el desarrollo de algunas industrias a las cuales afecta la ley de primeras materias, que han llegado hasta tal punto que, como la de curtidos, ha podido llevar al extranjero sus productos, tan perfectamente elaborados, que han competido con los productos franceses e ingleses.

Pues bien; con motivo del tratado de comercio con Inglaterra se ha suscitado otra vez la cuestión de Cataluña, y a pesar de los cambios, vacilaciones y dudas del partido conservador, el partido liberal se afirma en el mismo sistema de entonces y puede desde ahora asegurar: primero, que marchará al libre cambio con la misma constancia, pero con la misma prudencia que antes; segundo, que no hará ninguna rebaja arancelaría sin las debidas compensaciones; tercero, que a pesar de la libertad en que le habéis dejado con la destrucción de la base 5ª, no se aprovechará de ella y seguirá obrando con arreglo a las dos declaraciones anteriores; y cuarto, que si todos estos antecedentes condenan, y condenan bien duramente la conducta del Gobierno conservador por vacilante, por contradictoria y por antipatriótica, en cambio demuestra a la industria que el advenimiento del partido liberal no le ha de traer ya más perturbaciones; que este partido tiene ya acordada una solución definitiva, inspirada en las ideas que acabo de exponer, dando siempre a la industria española aquel reposo, aquella tranquilidad, aquella normalidad sin las cuales es imposible su existencia y su desarrollo.

Para concluir, porque me he comprometido a hablar poco, y dejando otras cosas que yo hubiera deseado que el Gobierno oyese, entre otros motivos porque lo ofrecí solemnemente en ocasión oportuna; prescindiendo de esto que me parece que ya sé que ha de ofrecer momento propicio para hablar de ello, voy a decir lo que yo creo que podemos hacer nosotros en el acto de votarse este proyecto de ley. Y claro está que al hablar así hago excepción de aquellos señores Diputados que, aunque pertenezcan a las oposiciones, pueden tener y tienen seguramente compromisos que les obliguen a obrar en sentido determinado; y en este concepto voy a exponer mi opinión sobre la conducta que en general pueden seguir las oposiciones en la votación que va a tener lugar.

Este proyecto de ley, escueto, solo, aislado, si después no tiene el aditamento que es necesario, no satisface, no puede satisfacer a las oposiciones liberales, porque las oposiciones liberales querrían más franquicias para España, y entienden que ésta da a Inglaterra grandes beneficios con la concesión del trato de Nación más favorecida, no obteniendo en cambio más que pequeñas ventajas. Sin embargo, por la tendencia del proyecto, pueden votarlo las oposiciones, afirmando una vez más sus ideales, siquiera aparezcan tan desfigurados. Pero como por otra parte realmente no sabemos lo que este proyecto de ley va a ser; como ignoramos cuándo y cómo se dará el segundo dictamen; como de éste depende la suerte del proyecto que se va a votar, puesto que por ese segundo dictamen puede ser modificado y hasta anulado este proyecto; como, después de todo, mientras no se despeje esta incógnita votamos lo desconocido, creo que las oposiciones liberales, sin contradecirse, pueden no votar el proyecto. De modo que las oposiciones liberales, atendiendo a las consideraciones que antes expuse, pueden votar ahora, mientras que si obedecen a las últimas reflexiones indicadas, pueden también lógica y correctamente abstenerse, aunque no sea más que para no caer en el embrollo en que el Gobierno nos ha metido, aunque no sea más que porque se nos ha impuesto un procedimiento irregular, jamás seguido y contrario al Reglamento.

Este es el juicio que tengo formado sobre la conducta que pueden seguir las minorías, ya absteniéndose, ya votando el proyecto. Pero si ésta es, en términos generales, mi opinión, por lo que a mí concierne entiendo que fuera mejor abstenerse de votar, puesto que así no ayudaríamos al Gobierno con un voto que el proyecto necesita para llegar a ser ley, y quedaríamos en libertad para en el caso de que la Comisión, en lugar de disolverse, insista en dar un nuevo dictamen, hacer lo que proceda, con la resolución y la energía que caso tan extraordinario exige, y que de consumo demandan la observancia del Reglamento, el derecho de las minorías y el respeto a las prácticas parlamentarias. He concluido. (Aprobación en las minorías). [2806]



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